Hay una serie de rasgos personales que pueden complicarte el cambio de hábitos y comportamientos, y debes de ser consciente de ellos para trabajarlos y minimizar su impacto.
1. La necesidad de complacer a los demás: Esta necesidad está íntimamente unida a la dificultad para “decir no” cuando no queremos hacer algo, o no estamos de acuerdo con hacer algo, o incluso no nos corresponde hacerlo.
No saber “decir no” supone, con frecuencia, dejar de hacer algo que si es responsabilidad nuestra para atender una petición ajena de menor importancia.
¿Qué buscamos con ello?
a. Falsa sensación de ayuda: a veces lo hacemos porque queremos ayudar a alguien y al final acaba convirtiéndose en una costumbre que genera en el otro una dependencia.
En realidad esto no les ayuda para nada, porque no les deja crecer. Por ejemplo, esto suele darse mucho dentro de la familia, habitualmente con los hijos.
b. Sentirse culpable de “decir no”: el “no” no está bien visto culturalmente. Para compensar este condicionante, es necesario tener una buena autoestima y habilidades de comunicación asertiva.
2. El perfeccionismo: Lo perfecto no resulta rentable. El valor de una tarea no es proporcional al esfuerzo invertido, y por tanto debemos evaluar, llegado un momento, si el tiempo que estamos invirtiendo tiene una rentabilidad aceptable.
Sería interesante que reflexionaras sobre los tiempos que dedicas a cada tarea.
Pudiera darse el caso de que estás siendo muy perfeccionista en tareas que exigen poco tiempo, como por ejemplo en llamadas telefónicas (en lugar de 5 minutos le dedicas 15 minutos, 3 veces el tiempo que requieren), y luego, tiendes a la “chapuza” en tareas largas e importantes.
Es decir que dedicas mucho tiempo a tareas cortas y poco importantes y sin embargo poco tiempo a las largas e importantes. ¡Evalúate! Y corrige.
3. Procrastinación: ¿Dejarlo para luego? pregúntate por qué. ¿No quieres en realidad hacerlo? ¿No te motiva? O más bien, ¿esto en ti es un hábito? A veces puede tener que ver con falta de planificación.
Ten en cuenta que en la mayoría de los casos el dejar las cosas para luego nos provoca sentimiento de culpabilidad y un ataque directo a nuestra autoestima.
En consecuencia, primero has de encontrar los motivos de fondo que te llevan a posponer algo constantemente, y luego, crear una estrategia que pasará por trabajar la causa y cambiar el hábito.
4. La multitarea, el hábito de hacer varias cosas a la vez: múltiples tareas dividen la atención, nos hacen más lentos y con mayor probabilidad de cometer errores.
Nuestro cerebro no puede concentrarse eficientemente en dos cosas a la vez. Por ello, el hábito que debes cultivar es el de hacer una cosa detrás de otra, empezado y terminando cada una de ellas.
Este podría ser uno de tus primeros propósitos para ir generando cambios, plantéatelo como una obligación. Para que esto sea posible, probablemente tendrás que entrenarte en gestionar las interrupciones.
5. Necesidad de control: Si sufres de ello, seguro no vas a delegar. Esto supone una gran carga para tu agenda. Probablemente esta tendencia la tengas, no sólo a nivel profesional, sino también a nivel familiar.
El problema para ti será que tendrás una agenda repleta, y para los demás, que no sienten confianza por tu parte, que no les dejas crecer y hacerse responsables de las tareas.
Piensa si esto es lo que buscas y si no es así, actúa en consecuencia. ¡Delega! Para 10 minutos y determina que 3 actividades podrías delegar ya, y empieza con los trámites.
Date cuenta de que, cambiar todos los comportamientos que te acabo de exponer, sólo depende de ti. Por tanto, está en tu mano cambiarlos si es que, verdaderamente, quieres que “te dé la vida” para hacer aquellas cosas que quieres y te hacen feliz. Esto, también, es ¡Practiar ZENWorking!
Carmen Castro Torres
Socia Directora
Experta en técnicas de gestión del estrés
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